In memoriam de Bonifacio de Torres Fernández

MIGUEL CARDADOR LÓPEZ
(Presidente-Editor)


El pasado lunes día 20 falleció a la edad de 88 años el conocido pozoalbense Bonifacio de Torres Fernández, alarife de profesión, como a él le gustaba definirse, el cual llegó a crear de la nada una empresa constructora de nombre y prestigio.

Yo conocí a Bonifacio a la edad de 14 años, a mediados de los años 70 del pasado siglo, cuando él junto a su hermano Manuel hicieron en sus respectivos chalets las dos mejores pistas de tenis de la zona norte de nuestra provincia.

Durante dos años acudíamos la mayoría de los sábados por la tarde mi cuñado Miguel Arroyo y su hermano Juan Pedro, y entre otros acudían Paco Cerezo, Paco “Parra”, Pepe Luis Sánchez, Ismael (fotógrafo), Rafael Rodríguez, etc. Yo era como el juvenil que llevan en el banquillo por si se lesionaba alguno o cuadraban impar, para que pudiera jugar, aunque fuera solo un rato.

Aquí fue donde inoculé en mí la afición a la práctica del tenis. Admiraba y tenía envidia sana de la magnífica pista de “tennisquick”, el chalet, la arboleda y vegetación selvática que tenían. Y disfrutaba viendo los partidos que disputaba esta generación, no exenta de disputas verbales y divergencias por alguna pelota dudosa.

Boni, extrovertido, inteligente y pasional, muchas veces era él quien voluntariamente se sacrificaba y se quedaba sin jugar para que fueran sus amigos y conocidos quienes lo hicieran.

Cómo olvidar en el verano al anochecer el magnífico porrón de tinto con gaseosa y las tapas que acompañaba. Tampoco olvidaré la delicadeza y atención que tuvo conmigo cuando algunas veces fui yo con algunos amigos míos a jugar, encontrando siempre un sí como respuesta.

Los hermanos Manuel y Boni fueron pioneros en organizar en sus pistas los primeros campeonatos de tenis, donde acudían no sólo jugadores de Pozoblanco, sino también de Villanueva de Córdoba y algún otro pueblo.

Cuando fundamos la televisión local, Pablo Castro y yo, le solicité una grabación pionera de vídeo que tenía grabada, de un partido del C.D. Pozoblanco del año 1981, de cuando militaba en Tercera división y jugaba en el desaparecido campo Virgen de Luna.

También tengo que agradecerle que hace cerca de 20 años, cuando ya tenía edad de estar jubilado, aunque siempre estuvo activo delegando en su hijo Segundo, el encargo que me hicieron ambos de hacer los canalones de un edificio tan emblemático como el de la iglesia de Santa Catalina. Trabajo que hice juntamente con mi padre, que además supuso un punto de entendimiento con mi progenitor como pocas veces la tuvimos. Cada vez que paso por la puerta de la parroquia me acuerdo de mi padre, de Boni y de Segundo, reflexionando y diciéndome a mí mismo, “si viviera yo lo que van a durar los canalones pasaré sin dudarlo de los 100 años”.

Gracias Boni, por permitirme disfrutar de tu magnífica pista de tenis y por tratarme como si fuera un adulto más, cuando yo solo era un adolescente. 


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