La familia y la escuela

MIGUEL BARBERO GÓMEZ


En estos últimos días, se ha publicado en varios medios de información una terrible estadística. En este año se han multiplicado por cuatro las agresiones a profesores y maestros por parte de alumnos y padres de los mismos.

¡Algo no se está haciendo bien! Estas agresiones reflejan el estado en que se encuentra nuestra sociedad. Supongo que a nadie se le escapa la cantidad de sucesos que están protagonizados por grupos de jóvenes y algunos padres de alumnos. Evidentemente, no se trata de la totalidad, pero nadie puede negar los hechos de los cuales se hacen eco los medios periodísticos de nuestro país.

Todo ello me ha forzado a aportar un escrito, que para una revista nacional, realicé en 1984.

En la Ley de Educación se hace referencia a la responsabilidad que los padres tienen en el desarrollo de la educación de sus hijos, animándoles a participar en las actividades educativas a través de las Asociaciones de Padres de alumnos, del Consejo Escolar y la Junta Económica.

No debe olvidarse que la Escuela, tiene una función COMPLEMENTARIA de la Familia.

Desde un principio la familia ha sido la socializadora de los hijos introduciéndoles, a través de la propia familia, en la sociedad en general. Así mismo, la familia, ha sido transmisora de una cultura, es decir, maneras de comportamiento de un país o de una clase social concreta, de los elementos básicos del lenguaje unidos a unas formas de pensamiento y, todo ello, cargado de una cierta emotividad y dependencia. En definitiva, el niño encuentra su primera escuela en su propia familia y son sus maestros todos los miembros que la componen.

A partir del primer tercio del siglo XVIII, surge en Europa un movimiento cultural y filosófico que trata de buscar la razón de las cosas y sacar de las tinieblas del pensamiento humanístico todos los misterios de la época. Se llamaría la Ilustración. Es quizás, a raíz de este acontecimiento cuando se estima conveniente que al niño se le dé, junto a la educación, una instrucción que es la transmisión de saberes, de conocimientos enciclopédicos.

Ante esta tarea, evidentemente difícil, la familia cede esta doble misión a la Escuela, aunque ambas instituciones las compartan. Y digo cede porque la familia no puede, ella sola y por sí mismo, cumplir con una acción tan compleja como es la educativa.

Pero ni la familia ni la escuela son las únicas instituciones que influyen en la educación e instrucción del niño. Es la sociedad entera con todo su entorno ambiental y su poderosa influencia la que también aporta un alto grado de aprendizaje en nuestros hijos. Nuestra sociedad es muy compleja y serían muchos los resortes que habría que manipular para adaptarla a los intereses de cada uno; por tanto, dejemos que esa parcela se arregle a más altos niveles y con mayor amplitud de tiempo.

Nos queda, pues, la familia y la escuela como únicas entidades más próximas y asequibles para ponerse de acuerdo con el objetivo de lograr una mejor educación integral para nuestros hijos.

Esto es posible y no resulta difícil. Los padres del alumno y el maestro han de estar en frecuente contacto para tratar, ¡juntos!, de mejorar las actitudes y conductas del niño. Ambos deben realizar un esfuerzo para conseguir esas entrevistas que tanto beneficiarían la marcha del niño en la escuela y en la familia.

Los padres deben visitar al maestro e interesarse por los progresos que su hijo realiza en la escuela. Esta actitud de los padres motiva y anima al maestro para continuar con su labor de educar e instruir. No caben ya posturas que hay que erradicar para siempre, como:

– La de los padres: ¡Qué lo eduquen en la escuela; para eso le pagan!

– La del maestro: ¡Si no se preocupan los padres; no seré yo quien se preocupe!

Unidos conseguiremos grandes triunfos.

Postdata.– Me parece que no hemos dado solución al problema en estas más de tres décadas. 


No hay comentarios :

Publicar un comentario