Aquellas matanzas caseras

MIGUEL CARDADOR LÓPEZ
(Presidente-Editor)


En estos días de diciembre era habitual el realizar la matanza del cerdo en la propia vivienda. Cerca del 70% de la población criaba a los gorrinos desde primeros de marzo, cuando apenas llegaban a la arroba (11,5 kg) y eran todavía lechones, y para el mes de diciembre, cuando se producía la matanza, alcanzaban ya las 16 arrobas de término medio.

En mi casa aprovechábamos para realizarla el día 7 de diciembre, para tener después el día 8 de fiesta, por ser el día de la Inmaculada Concepción, y así poder rematar el trabajo del día anterior.

Al ser el menor de los cuatro hermanos yo era el que mejor me lo pasaba, pues desde que tengo uso de razón y hasta que cumplí los 15 años, en el año 1977, fecha en que se empezó a prohibir el sacrificio en las viviendas de la localidad, recuerdo este hecho como uno de los mejores del año.

Ese día no acudía al colegio, y el día empezaba para mí sobre las 6 de la mañana, cuando desde la cama escuchaba el jaleo de mis padres preparando la caldera grande de cobre, para llenarla de agua y calentarla en la candela.

Recuerdo perfectamente el olor a perrunas y roscos caseros que unos días antes había hecho mi madre en la desaparecida “Agrupansa”, que estaba situada en el “Campo Chico”. Al lado de ellas las botellas de anís seco, dulce y coñac, y para servir unas copas pequeñas de cristal grueso con borde rojo alrededor de las mismas.

Mis hermanas mayores, Catalina e Isabel, estaban ya levantadas y ayudaban a mi madre, y sobre las 7:30 mi hermana Elisa y yo estábamos ya al lado de la candela, calentándonos y saboreando aquellas riquísimas perrunas con unos sorbos de anís dulce.

Los familiares que iban a ayudar a matar a los dos cerdos empezaban a llegar cuando todavía no había amanecido: mis primos Honorio, Manolo, Rafael de Los Pedroches, Teodoro, mi tío Manuel Cardador, mis primas Cati, Modesta, etc.

Además del matador, unas veces “el Rosales”, otras “Tanancho” y otras hasta mi padre, que tenía una habilidad especial para desenvolverse con todo lo que era el sacrificio y despiece de los cerdos.

Mi primo Ángel Caballero me acompañó más de una vez y algún vecino de la calle que había echado novillos. Mi hermana mayor nos preparaba la vejiga del cochino, y por tener forma de pelota nos salíamos a jugar a la calle con el entusiasmo de tener un balón de reglamento.

Para comer mi madre preparaba un arroz con liebre y las típicas tajadillas de morcilla, chorizo y algunas partes asadas como hígado, somagros, etc. De postre los últimos melones que quedaban colgados en la cámara de la casa.

Por la tarde seguíamos nuestros juegos, mientras íbamos y veníamos para ver cómo se desarrollaban las actividades. La jornada vespertina se centraba toda por parte de las mujeres en “embuar” las distintas viandas, como morcilla de cebolla, de sangre, chorizo blanco, chorizo colorado, salchichón, etc. La mayoría de hombres a media mañana se había marchado, y era mi padre el que iba separando las partes de los ibéricos, jamones, paletas, lomos, costillas, tocinos, etc.

Cuando eran cerca de las 21 horas mi padre y yo cenábamos y posteriormente yo me acostaba con mi progenitor en su cama, cosa que también me llenaba de alegría por dormir con mi padre y en una cama grande.

A mi madre, que era la primera que se había levantado, todavía le quedaban varias horas de trabajo, limpiando diversidad de enseres como artesa, embudos, máquina de “embuar”, calderas, platos, cubiertos, barrer, fregar, etc.

Un año más se había cumplido la tradición de la matanza, que serviría como base del 60% de la alimentación para el año entrante, pues como dice el refrán, del cerdo se aprovechan hasta los andares.

Esta semana se han cumplido 40 años de la última matanza que se realizó completa en mi casa, y la verdad es que la recuerdo como si tan solo hubiera pasado un mes.

Quizá la recuerde todavía tan bien porque era para mí uno de los días más felices del año, y además porque este hecho de alguna manera abría el calendario de la Navidad, que tanto me gustaba también.

No hay comentarios :

Publicar un comentario