El nuevo comercio

EMILIO GÓMEZ
(Periodista-Director)


Poco a poco este país se fue llenando de grandes centros comerciales y franquicias, eliminando el comercio tradicional de toda la vida. Es una pena porque el comercio de pueblo era el heredado de otras generaciones más antiguas. Antes de aparecer estas franquicias, los comercios se pasaban de abuelos a padres y de padres a hijos. Panaderos, hosteleros, zapateros, ferreteros, etc. Tiendas que conservaban el apellido, el sitio de toda la vida donde estaban ubicadas, y hasta los artículos, los cuales aunque se iban modernizando guardaban el aroma propio de toda la vida.

También estaba el mercado de abastos donde había ruido, color, variedad y donde cada tendero vendía como quería, no seguía un patrón como hacen las grandes cadenas comerciales donde todos visten hasta el mismo uniforme y tienen la misma manera de vender.

Se perdieron aquellas artimañas llenas de ingenio para vender y el trato personalizado con el cliente. Los grandes Centros Comerciales son más distantes, más impersonales y no tienen el encanto que tenían aquellas tiendas de entonces.

En los pueblos aún quedan esos comercios, esas zapaterías, esas mercerías, esas papelerías, esos bares, esas ferreterías, esas tiendas de ropa donde su sello no es una franquicia sino el apellido de una generación de comerciantes.

Las franquicias son igual aquí, en Madrid o en Zaragoza. No hemos dejado lugar para los sentidos, para el recuerdo con esa cultura del todo igual. Se ha perdido la imaginación, nuestras raíces, el saber de dónde venimos. Ya todas las ciudades tienen las mismas cadenas de venta. Da igual pasear pos Almería que por Sabadell. Las pequeñas tiendas desaparecen porque no pueden competir con las grandes superficies.

Los negocios familiares desaparecen. Está pasando todo a manos de capitalistas que tienen fortunas en todo el país. El aprendizaje de la profesión también es diferente. Ahora todo es mucha teoría y cursos cuando antiguamente era de padre a hijo, de abuelo a nieto y se aprendía vendiendo y después de muchas horas en el mostrador. Ya todo el mundo vale para vender. El precio es el que es. No se regatea. Muy impersonal todo. Nos hemos convertido en máquinas vendiendo. Antes se decía aquello de “hay que tener genio para vender”. Hoy solo vale con manejar bien la máquina, el ordenador y punto.

Es una pena que esas tiendas de comercio tradicional y generacional vayan desapareciendo a favor de los macro-almacenes de capital exterior. Las tiendas pequeñas están desapareciendo y los jefes ni conocen a sus empleados. Antes los empleados eran uno más de la familia pues se jubilaban en la tienda o comercio.

El romanticismo del comercio de antes desapareció. Cada vez más, compramos desde casa y sin pasar por la tienda.

¡Cuántas historias perdidas con este nuevo modelo!


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