Lo políticamente incorrecto

JUAN PEDRO DUEÑAS SANTOFIMIA


Ay de aquellos que usan el poder que tienen sobre las mentes para quitarles las reflexiones sencillas que surgen del pensamiento propio.

Las reglas deforman si no destruyen el verdadero sentir de la naturaleza como la mas acertada manifestación del origen y esencia de todos los seres. Cuando se imponen coartan la verdadera naturaleza en lugar de encauzarla en su propio devenir.

Tanto pesan las reglas que conforman una conducta social y lo que es aun peor, imponen el pensamiento único lo que el modernismo chavacano define como “ o políticamente correcto”, anulando la opinión propia necesaria para contrastar y fomentar el diálogo crítico donde todas las opiniones tengan su cabida y puedan ejercer su influencia en la búsqueda de una sociedad mejor y mas justa.

Si se hace pública una opinión distinta a la mayoría formada desde la insensatez y la comodidad te pueden llover los improperios, insultos y amenazas, por eso aunque veamos desde la otra orilla, y avalen argumentos suficientes, se impone el silencio. Cuando ese silencio cómplice ha generado un mal evitable acudimos a vociferar como en los circos romanos pidiendo la cabeza del supuesto culpable (quizás para apagar el reproche de las conciencias)

¡Hombre malo, mujer víctima! obviando que primero somos seres, seres iguales socialmente pero diferentes por naturaleza.

Reclamamos la igualdad en el tema del trato promoviendo normas que creemos solucción pero nos olvidamos de reivindicar con igual fuerza e intensidad esa pretendida igualdad en el resto de actividades sociales en que, por lo general, el hombre ostenta posición de privilegio, ignorando que lo uno y otro está íntimamente relacionado, porque esa preponderancia generadora de desigualdad produce un reproche por quien se considera injustamente tratado.

Las normas no han sido capaces de corregir esa desigualdad, todo lo contrario. Las normas que discriminan producen repudio y terminan generando odio y ante el acoso social hacen renacer el principio mas primitvo, la fuerza. Esa diferencia entre los géneros de todas las criaturas que generalmente residuan en el macho.

Cuando se promulgó la Ley sobre Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género ya hace trece años aún sin la desagradable experiencia que el tiempo nos ha traído, podíamos opinar sin temor a vernos sacralizados y un considerable número de personas del mundo del derecho criticaron que no era una ley que persiguiera como principio fundamental dar a cada cual lo que se merece, (principio y finalidad del concepto de justicia).

La ley partía de una desigualdad discriminatoria con un claro contenido ideólogico de represión y carente de medidas reales que pudieran garantizar el libre ejercicio del derecho a demandar justicia. Ese principio ideológico aun se mantiene vigente por las Instituciones del Estado: Hombre malo, mujer víctima. Castigo al represor. Erradicación del “mal” mediante la sanción, etc. sin ni tan siquera un pronunciamiento sobre el dolor recíproco sufrido ni las causas que lo originan Digamos que siguen en “lo políticamente correcto” que no tiene porque ser lo acertado y ni tan siquiera la aproximación a la realidad.

Un planteamiento dual con connotaciones de enfrentamiento entre sexos alentado y dirigido por lo poderes fácticos llámense Instituciones del Estado, medios de comuicación, opinión pública, et. nunca dará solucción a cualquier problema y menos a la violencia de género.

Cierto y necesario una inversión suficiente para paliar en lo posible la situacion de presente y reducir el riesgo de ser víctima de violencia al mínimo posible Tolerancia cero, pero es necesaria una inversión de futuro a largo plazo para crear el clima civilizado de aceptación social de la igualdad desde la diferencia y no solo de carácter material, que tambien, sino de concienciación de las generaciones presentes y de futuro, desde la educación y el ejemplo; desgraciadamente ni lo uno ni lo otro se ven actualmente, solo prometer, vociferar, coaccionar y no reflexionar. Y no vale nuestra presencia en el sepelio de las víctimas manifestando nuestra solidaridad con el “todos somos.... Josefa, María”.

Es muy censurable la hipocresía con que en principio se trataba el tema. Al comienzo de la vigencia de la ley, recuerdo con tristeza como las mujeres que se atrevían a denunciar, una vez firmada la declaración, preguntaban ¿y ahora que hago, me voy a mi casa y le digo a mi agresor que le he denunciado?, y desgraciadamente habia pocas respuestas a esa trágica realidad. Ha tenido que ser el número de víctimas el factor determinante para que los poderes públicos reaccionen tímidamente y de forma poco integral, y por eso ahí están los resultados.

Trece años de existencia de la Ley sobre “Violencia de Género” ha mostrado una realidad de poca eficacia. Ya desde entonces de haberse actuado teniendo en cuenta los principios naturales de todos los seres matizado, en el caso de los humanos, por la racionalidad, exentos de egoismos sectoriales tendríamos un buen camino recorrido y en dirección a una meta deseable que, desgraciamente si seguimos asumiendo lo “políticamente correcto” se vislumbra aún lejana.

Rompo mi silencio para no ser cómplice de injusticias y no tener que acudir a vociferar a la puerta de los tribunales, ni aplaudir en los sepelios en la esperanza de que la razón, la comprensión y la educación nos haga iguales en nuestras diferencias naturales, aunque eso sea “políticamente incorrecto” pero creo que es mas humano.


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