Los Sindicatos de ayer y los de hoy

MIGUEL CARDADOR LÓPEZ
(Presidente-Editor)


Comisiones Obreras nació en la mina “La Camocha” (Gijón) en el 1957, cuando los obreros nombraron una comisión para discutir con la empresa las condiciones laborales, con el apoyo de algún cura.

El 24 de junio de 1972 la policía desarticuló a la Coordinadora General durante la reunión que se celebraba en el convento de los padres oblatos de Pozuelo de Alarcón (Madrid). Fueron detenidos algunos de los líderes de un movimiento sindical que no era legal pero tampoco clandestino.

Los afiliados de Comisiones Obreras se imponían a la revolución nacional sindicalista de Girón de Velasco y ganaban, una tras otra, las elecciones sindicales.

Entre las detenciones que se produjeron y que resultaron más relevantes, además del cura Francisco García Salve (“Paco el cura”), estaba el histórico Marcelino Camacho, y a todos ellos les salpicó posteriormente las consecuencias que se derivaron del asesinato del entonces Presidente del Gobierno, Luis Carrero Blanco, el 20 de diciembre de 1973.

Aquel atentado de ETA justificó a la dictadura que se acentuaran las penas. Entre los 12 y los 20 años de prisión fueron las condenas que golpearon a los encausados. (Proceso 1001)

El gran Marcelino dijo desde el banquillo: “Soy obrero, hijo de obrero, porque en este país los hijos de los obreros no pueden ser otra cosa que obreros”.

Todas estas noticias radicalizaron a los que se oponían a la democracia. Terminaron todos en la tercera galería de la cárcel de Carabanchel. El padre Llanos comentó: “Mientras haya en España tres comunistas, yo seré uno de ellos. Los otros dos Marcelino y Simón”.

Marcelino Camacho, fresador; Simón Sánchez Montero, panadero. Uno con el cuello alto de un jersey de esos que siempre estaba tejiendo su mujer (recientemente fallecida), Josefina Semper. El otro, con sus legendarias gafas de culo de vaso. Camacho era un sindicalista de cristal de roca y uno de los hombres más relevantes en nuestro país en el último tercio del siglo XX, siendo un español que jugó un papel clave en la ejemplar Transición Política Española que dio lugar a nuestra, con todos sus defectos e imperfecciones, estupenda y bendita democracia.

Al tercer día de convertirse en Rey de hecho de España, el 25 de noviembre de 1975, Don Juan Carlos I decidió indultar a los encarcelados por el proceso 1001, abriendo con ello la esperanza de par en par a la libertad sin ira.

Camacho había dicho al ser detenido en 1972 que los españoles debían adaptarse al mundo que llegaba y no pretender seguir adaptados al mundo que se iba.

Quiero recordar para los que tengan la memoria débil o a los jóvenes de hoy que ni sabrán quién fue Marcelino Camacho, que vivió hasta los 92 años; pasó 14 en la cárcel y en campos de concentración. Nació pobre y murió tieso, en un bloque de pisos sin ascensor, después de ser purgado en el sindicato que él creó.

Ahora, que tenemos reciente el pasado 1 de mayo, día del trabajador, hemos visto una amalgama de sindicatos cada uno con una consigna y donde prevalecían los liberados con buenos sueldos. Y algunos de estos, parece que, trabajado trabajado, de lo que se dice trabajar, no han trabajado en su vida.

Además, vemos una y otra vez, cómo algunos sindicatos se empeñan en la actualidad en convertirse demasiadas veces, en algunas zonas de España, en correa de transmisión del independentismo, participando, sin un ápice de vergüenza ni decoro, en convocatorias y soflamas organizadas por las plataformas independentistas. Dando una imagen en ese aspecto que, además de vergonzosa, resulta totalmente contraria a los principios ideológicos iniciales del sindicalismo, que tenía en su ideario la eliminación de las fronteras entre los trabajadores. Ahora, lejos de apostar por el famoso “¡Proletarios del mundo, uníos!”, parece como si muchos de ellos apostaran por lo contrario y vieran con simpatía todo ese interés en dividir y levantar muros y crear fronteras que tienen los secesionistas; como si ese intento de destruir la unidad fuera algo que se debiera comprender o legitimar. Es la misma contradicción intrínseca que vemos cada día en ciertos extremistas, que a la par que van cantando aquello de “agrupémonos todos en la lucha final, el género humano es la internacional”, no tienen reparo alguno en mostrar su comprensión, cuando no su apoyo y simpatía, por los que pretenden desagrupar, separar y dividir. Parece como si esa vocación internacionalista de la que supuestamente estaba impregnada toda su “ideología” hubiera mutado de repente para ellos en una vocación nacionalista/separatista radical.

Los sindicalistas de hoy deberían tomar buen ejemplo del gran Marcelino Camacho, hombre íntegro, honrado, coherente y luchador por los derechos de los trabajadores.

Si echamos la vista hacia atrás y comparamos con lo que hoy tenemos, sin que nadie se ofenda, comprenderemos que los verdaderos ideales prácticamente han desaparecido. Hoy da igual la camiseta que te pongas, porque al 95% lo único que impera es el estado económico a título individual, todo lo demás es muy secundario.

Aquí de nuevo vendría al pelo aquella canción del grupo “Presuntos Implicados” titulada “Como hemos cambiado”. Pero, por desgracia, en muchas cosas para mal, y por lo que se está viendo con pocas perspectivas de mejora.


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