A cualquiera de nosotros

JUAN PEDRO DUEÑAS SANTOFIMIA


Tengo por costumbre tomar pequeñas notas de cualquier acontecimiento o situación que me afecte y lo hago quizás en la esperanza de que algún dia (no se cuando ni me lo planteo) vuelvan a caer de nuevo en mis manos, evocar el recuerdo del acontecimiento que en su día anoté (siempre con su fecha) para hacer de esa aparente insignificancia algún comentario, tomar lección, o utilizar simplemente como argumento de reflexión.

Éste es el caso.

Anotado al margen superior del folio manuscrito aparece 10/4/16. No hago mención al lugar pero aseguro que me encontraba en Valencia, por un viaje de placer; placer que por causa de mi sensibilidad nunca resulta pleno y casi siempre emborronado por acontecimientos, situaciones o circunstancias que desapercibidas para muchos, en mí son causa de dolor.

“Hoy domingo amenece con sol radiante de dia fresco de primavera. Desde la terraza, pensativo y observando todo lo que ocurre a mi vista, al final de la calle, esquinando una amplia explanada, tres personas de una misma familia colaboran en depositar la basura en los contenedores y se apresuran hacia el coche aparcado junto a ellos. Son las 9,30 de la mañana, es domingo, posiblemente les espere una mañana de relax a la orilla del mar o una comida en la montaña.

Miro a la izquierda y observo como un hombre de mediana edad quizás 45/50 años con gorrilla de trapo, andares titubeantes y pantalon vaquero ( que emite reflejos al topar con los rayos del sol ) cuelga al hombro una bolsa vieja de un establecimiento comercial, camina firme hacia los contenedores, acelerando su parsimonia ante la sospecha de que hoy el destino le será mas favorable. No porta el garfijo de hierro, por lo que deduzco que se trata de un español, lo que, para el caso no tiene mucha importancia. Sospecho que se trata de una persona que pretendiendo mantener su dignidad, que será lo último que esta sociedad no le ha robado aún, busca con sigilo entre las basuras el alimento necesario que le permita vagar libremente en su aparente tristeza y sin rumbo conocido.

Pensé: A buen seguro que este relato tiene otra cara mas humana. Tiene que tenerla para encontrar la justicia natural y así quise creer, para no aumentar mas aún mi pesar, que ese hombre de paso titubeante, algo cansino pero hierático que oculta su figura para no ser objeto de mayor desprecio, goza de la libertad de decidir sobre su vida, cuando ésta ya no computa en la sociedad.

Si como parece, las desgracias superadas le han pulido sin dejarle mas heridas que la amarga experiencia, yo quisiera ser ese hombre, y los causantes de su amargura sin duda llevarán su pecado en la penitencia, no sin antes concluir con mi parte de culpabilidad por no haber alzado suficientemente la voz. Para calmar mi conciencia intento consolarme preguntándome ¿quizás ese hombre sea mas feliz que yo?”

Hoy cuando por casualidad aparece el apunte, al abrir el libro “Las Voces del desierto “ ue me acompañó en ese viaje a la capital del Turia, pienso: A buen seguro que la familia que depositó sus bolsas para dirigirse a toda prisa en busca de un lugar donde pasar la mañana del domingo, volvieron a su casa y continuan en la rutina daria y me atrevo a asegurar que desde su inconsciencia, y desde luego sin pretenderlo, contribuyeron a mantener la libertad de ese otro “desgraciado” que seguirá caminando libremente convertido en el observador de este mundo del que hace tiempo le empujaron para que se bajara en marcha y hoy transformado en actor cómico de su propia tragedia emula a Charles Chaplin en “El Dictador” dando patadas al globo terráqueo.

Una forma inteligente de ver la vida cuando ya la tuya ha dejado de tener sentido en una sociedad que lejos de poner rumbo hacia la felicidad mantiene vivo el mito griego del dios Cronos que con el fin de mantener el poder sobre la tierra, sin compasión, se come a sus propios hijos.

Ese personaje real al que dediqué el apunte que ahora transcribo literalmente, bien podría ser en el incierto futuro cualquiera de nosotros, porque desde el individualismo que preside nuestro actuar estamos en riesgo permanente de que nos empujen para bajarnos del tren de alocada carrera en que viaja nuestra sociedad .

Bueno, quizás entonces estemos mas cerca de la felicidad disfrutando de una libertad entendida como observador y no como actor.


No hay comentarios :

Publicar un comentario