El uso e interpretación de los símbolos

JUAN PEDRO DUEÑAS SANTOFIMIA


Cuando la razón carece de argumentos para explicar una situación o hacer entender un pensamiento o un propósito, se hace habitual recurrir a la simbología como un reactivo intermedio entre la realidad y la imposición a los demás de ese propósito de hacer verdad lo que uno o algunos creen.

Podríamos entender el uso de los símbolos como un fracaso de la razón que no es capaz de imponerse frente a la necedad o nos resulta imposible de hacerla comprender lo que, en suma, viene a significar lo mismo, pues la falta de entendimiento es similar a necedad y la incapacidad para imponerlo muestra una falta de inteligencia.

Repartamos dones por mitad. Ni los que utilizan los símbolos, pretendiendo enviar un mensaje que va mas allá de la realidad, consiguen su propósito, ni los que critican su uso torticero son capaces de argumentar razones para evitar un mal uso de ellos.

Además, no deben meterse en el mismo saco o verse desde una perspectiva única la utilización de símbolos cada dia mas en auge ante la retracción de un adecuado uso del lenguaje.

Utilizar los espacios públicos para imponer una idea, una convicción sectaria, un mensaje político o una fiesta religiosa debería estar sometido, al menos, al pago de un canon compensatorio de la cuota que pagamos los que no tomamos mesa en esa fiesta y en cambio viene siendo habitual, desde hasta donde nos alcanza la memoria, como durante la celebración de la fiesta religiosa de los católicos, llamada semana santa, se toman de forma masiva las calles de todas las ciudades españolas con simbología religiosa, corte de la libre circulación, alteraciones ruidosas hasta altas horas de la madrugada y nadie se atreve a poner de manifiesto su disconformidad y mucho menos durante la celebración de esas ceremonias. Por contra, cuando esos espacios públicos son utilizados para cuestiones de contenido político los símbolos utilizados no resultan ser interpretados como eso, un peldaño para traspasar la realidad, sino que se entienden en su propia imagen y son censurados sin mas.

Si aparecen unas cruces en una playa del litoral catalán simbolizando la muerte política de aquellos que injustamente están encarcelados, se entiende como un insulto al recato religioso y nace la protesta de los bañistas; si en cambio se pasea en semana santa dentro de un sepulcro una imagen de madera de Jesús, hemos de interpretarlo como un símbolo religioso de la resurrección, a pesar de lo macabro que pueda resultar para algunos semajante espectáculo y no nos cuestionamos que tanto lo uno como lo otro son manifestaciones simbólicas de un sentimiento humano bien sea de recogimiento por convicción religiosa o bien de clamor por la privación de un derecho fundamental mereciendo el mismo respeto o repudio tanto el uno como el otro y el mismo derecho a ser tutelado o reprimido ya que no se ataca la realidad sino los símbolos que pretenden explicarla.

Para atacar la realidad sería necesario el uso de la razón entendida como lo que debe ser y nó lo que es o aparenta , y ante el fracaso o inutilidad de la razón se impone la necedad permitiendo el uso de la simbología pretendiendo hacer comprender aquello que es inasumible a la razón.

Tantos acontecimientos esperpénticos están haciendo aflorar a la realida social sentimientos ocultos , convicciones silenciadas, actitudes reprimidas y toda una serie de prejuicios del individuo frente a la sociedad en la que aún algunos se sorprenden de ver la realidad de las conductas humanas y, manifestando la propia, les aflora esa intransigencia ante cualquier acontecimiento u opinión que no sea compartida por ellos .

A estos individuos acomodados en su razón no les queda mas remedio que ir aprendiendo a aceptar o al menos a escuchar las razones de los demás y dejar ya de dar lecciones de democracia, nacionalismo español y uso rancio de la simbología, pues de lo contrario chocarán contra su propia imagen.

Quizás esas cruces que se han pretendido instalar en las playas de la Costa Brava, por algunos catalanistas, deberían ser instaladas en las playas de las costas de Almería , Granada, Málaga, Cádiz o cualquier otro punto del litoral de Andalucía para remover las conciencias de los responsables de tantas vidas perdidas por los inmigrantes africanos que se las dejan en busca de una forma mas digna de vivir y así la simbología no tendría nececidad de ser interpretada erróneamente, y castigar nó a los que las instalen sino a quienes han sido responsables de la necesidad de hacer público semejantes injusticias que, en unos casos cuesta la libertad y en otros la propia vida.

Seguimos siendo el pais de las dos Españas, la de la sinrazón y la de la simbología patriotera a pesar de las escenografías símbolicas ( por falta de razón o exceso de necedad ) por aquellos que preconizan ver solo españoles,todos españoles; eso sí, unos ricos y otros pobres, unos que roban y otros que trabajan honradamente, unos que tienen todos los privilegios y otros que son privados de sus derechos mas fundamentales, cuando su realidad consiste en envolverse en el símbolo de una bandera, y así no tener que verla o lo que es peor, no querer verla.


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