Estamos poniendo fecha de caducidad a nuestros mayores

EMILIO GÓMEZ
(Periodista-Director)


Han cambiado los modos de comunicarnos. Ahora lo hacemos por redes sociales o por el WhatsApp pero no han cambiado los temas de conversación (sea de una manera u otra). Se habla de fútbol, de política, de economía y de cotilleos. Poco más. Si acaso del trabajo (quien lo tiene).

El envoltorio de la vida ha cambiado pero en el fondo somos los mismos aunque con una gran excepción. Me refiero a la mirada social. En las casas habitan más animales de compañía que nunca. El éxodo humano del campo a la ciudad de los años 60, 70, 80 y todas las décadas que vinieron después, se ha producido ahora en el mundo animal. Hay menos niños en las casas pero muchas más mascotas. Son los nuevos tiempos.

Se cultiva el alma con talleres de meditación y yoga, abandonando, cada día más, la literatura y el arte. Uno se busca a sí mismo en un gimnasio o en un espacio diáfano. Qué fue de cultivar el arte en medio del campo, con las nubes encima, el viento soplando y al lado de árboles centenarios. Qué fue de esas historias que contaban los mayores a los que ahora no los escuchamos cuando cuentan su pasado.

Todos los mundos que se viven en el presente son los más modernos. Pero este lo es mucho más porque, por primera vez, el ser humano no es tan importante. ¿Y saben por qué? Porque le hemos puesto fecha de caducidad a las vidas humanas. Los ancianos han sido apartados del centro de la vida y olvidados por su familia. ¿O quizás por la sociedad? Un poco de todo. Los mayores están más solos que nunca. Y a este ritmo, que nos vayan poniendo etiquetas de caducidad por si vivimos mucho. De esto no nos libra nadie.

Se ha perdido el respeto por las generaciones anteriores. Se ha dejado de escuchar la voz de la experiencia. ¿Y saben por qué? Porque las experiencias son solo las del día a día. Experiencias de usar y tirar. El Carpe Diem (el vive el momento en su máxima expresión). Ni hay pasado ni futuro. Quedan lejos uno y otro momento. Solo se vive el actual. Es una sociedad conformada con un bienestar ficticio. Se venden experiencias, modos de vida y mucho humo. A los chavales, le venden pensamientos enlatados de modos de actuar modernos que a lo mejor no son tan modernos. Eso sí disfrazados con otro ropaje que esconde su verdad.

Lo único cierto es que de que al lado de cada uno de nuestros mayores, hay una familia, un trabajo pasado, una historia que es la suya y el sudor de haber peleado. Si dejamos sin eso a los que pelearon antes, no nos encontraremos ni a nosotros mismos. Con esfuerzo, años, virtudes, aciertos y errores fueron parte de nuestra historia. No es cuestión de política (esta sociedad lo confunde todo) es simplemente cuestión de lealtad, amor y respeto. Cuando me refiero al respeto, es ese que tú imaginas, el que se perdió. Sí, ese.


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