'La clave'

MIGUEL CARDADOR LÓPEZ
(Presidente-Editor)


En estos tiempos de plena vorágine por el cambio de gobierno, y donde pululan una gran cantidad de partidos de pensamientos e ideologías de todo tipo, con líderes perfectamente maquillados y programados por auténticos equipos que le dicen desde cómo tienen que vestir hasta en qué momento y qué tienen que decir a un medio de comunicación, y cuando conceden alguna entrevista casi todas están consensuadas, para que no les coja alguna pregunta fuera de juego, es cuando echo de menos algún programa con periodistas de verdaderos quilates y con plena libertad para hacer un buen debate que nos enriquezca y aclare dudas y supere algo el desconocimiento que podamos tener en ciertos aspectos.

Hubo un tiempo en el que no se interrumpía al contertulio para conectar en directo con un “pseudoevento” y un lugar donde no pasa nada noticiable.

Un tiempo en el que fumaba en pipa sólo el conductor del programa y no la audiencia; en el que la discusión política no era un mero espectáculo. Era constructiva y no resultaba aburrida. Ese espacio era “La clave”, de TVE, que empezó a emitirse en 1976. En aquel año representó toda una novedad por la duración, estructura y contenido. Los invitados asistían para hablar con libertad sobre un asunto propuesto a partir de una película proyectada previamente. “La clave” fue el programa de La Transición. Abordó temas sensibles y contribuyó a que los ciudadanos se nutrieran de criterio, no simplemente de opinión.

Por ahí pasaron desde el hijo de Emiliano Zapata a Adolfo Suárez. “La clave” parecía un espacio de la BBC, por su credibilidad, rigor y pluralidad. Creo que no exagero si digo que ha sido el mejor programa de debate de la historia de la pequeña pantalla en nuestro país.

Como no, pasaron mujeres que dejaron huella, como La Pasionaria o Federica Montseny. Pero yo recuerdo que la que armó más alboroto de todas ellas fue la carismática Lola Flores cuando dijo: “A lo mejor pido que en la caja me la metan” (se refería a la bata de cola). Lola, aunque muchos crean lo contrario, no era gitana, pero tenía ese duende. Bordaba con sus movimientos, expresiones y sus manos al aire.

José Luis Balbín, su mítico presentador, desenfundaba su pipa como Gary Cooper su revólver. Daba la palabra a gentes de alto nivel intelectual y de gran sentido común como Severo Ochoa, Gustavo Bueno, Jordi Pujol, Santiago Carrillo, Ramón Tamames, García Trevijano, etc. Y no como ahora, que cualquier personaje de medio pelo se adueña de la pantalla para opinar sobre todo sin saber de casi nada, con una verborrea tantas veces insufrible y donde prima el circo, que al final dejan sin ninguna reflexión al televidente, que si antes de empezar el programa no tenía claro el punto de vista a tratar, cuando termina lo que tiene es aún más lío en su cabeza.

Y qué decir del gran Balbín, un profesional serio, constructivo, sobresaliente y que no se inclinaba por ningún color político o por lo menos no lo exteriorizaba; era el periodismo de la seriedad.

En la primera etapa del programa salvó la tarascada de alguien que quería imponer a Victoria Prego, hasta que después de diez años en antena, en 1985, el Gobierno de González clausuró aquel espacio poliédrico que contribuyó a facilitar La Transición y, sobre todo, a consolidar la libertad de expresión en España. Estaba todavía el programa en pleno éxito, pero la sombra de la OTAN era demasiado alargada.

Aquí podemos aplicar el dicho de que el buen periodista crea y el que gobierna cierra.

Ahora, que se ha cambiado de gobierno en nuestro país, asisto con asombro a la pretensión de que ahora sí la TVE va a ser imparcial, primando la objetividad de la noticia. De la misma forma que esa objetividad prima en Canal Sur, la televisión catalana, Telemadrid, etc., con la mayoría de periodistas con la chaqueta puesta del color del partido que gobierna esa autonomía. En lo único que se diferencian unas de otras es el grado de descaro con que barren para el partido que gobierna, unos como la catalana lo hacen al 95% y el resto está entre un 60 y un 80%

A finales de los setenta comencé a ver de forma continuada “La clave”, esto fue una fuente para amar el periodismo, y me enseño que había otra clase de periodismo mucho más educativo y profundo del que hasta entonces yo conocía, que era el deportivo. En esa época yo tenía 18 años y se me inoculó de una manera adictiva todo lo que rodeaba el mundo del periodista, inculcándomelo con una fuerte vocacionalidad.

Gracias, José Luis Balbín, por enseñarme y engancharme con tu programa “La clave”, que para mí supuso la universidad a la que nunca acudí.

Qué pena que en la época actual, con tantas cadenas de televisión y las nuevas tecnologías, y viendo como se les llena a muchos la boca con las palabras libertad y creatividad, no haya cuanto menos un sucedáneo de lo que fue el programa televisivo “La clave”.


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