Pongamos que hablo de vivir (XXXV)

JOSÉ ANTONIO CARBONERO FERNÁNDEZ
(Técnico de la Cooperativa Olivarera Ntra. Sra. de Luna de Vva. de Córdoba)


Pongamos que hablo de vivir, porque vivir es dinámico a veces y a la par, en ocasiones, monótono, esto depende de uno mismo y de cómo enfoque su vida, claro está. En mi caso estoy a la búsqueda del equilibrio, aunque a veces uno ha de evitar ser pasto del tedio y la desidia. Sin embargo, al igual que sucede con los colores y las formas, cada uno afronta su existencia vital a su manera, pero creo rotundamente que cada uno se encuentra con un punto de inflexión en su discurrir y todo cambia, parece como si buena parte de su vida y de sus actos cobrasen un sentido necesario sin que lo esperes, y así empieza a entender que, quizás, no sea necesario entenderlo todo, al menos no cuando uno creía que eso era un imperativo acuciante.

Hace unos días lo comentaba con mi querido Miguel Cardador López, presidente y editor de este semanario, el que me animaba a escribir un artículo de opinión sobre mi reciente paternidad, y ¿cómo no he de hacerle caso?, pues rara vez no está en lo cierto. Como decía, ahora todo empieza a cobrar sentido, en este momento, y esta es mi opinión, uno comprueba por sí mismo que uno de los motivos más trascendentes y fundamentales por el que estamos en este mundo, no es otro que el de ser madre o padre, lo mismo me da, pues según creo el sentimiento es más o menos el mismo, con las excepciones que se quiera.

Ahora viene el período de adaptación, en cual se han de aceptar los cambios y también el bebe debe adecuarse al tremendo cambio que se le avecina, si realmente lo supiese quizás ni saldría tal y como está el patio, no es broma. La verdad es que es una experiencia increíble que recomiendo a quién no la haya vivido pues no hay mayor satisfacción para unos padres que criar, educar, enseñar y orientar a sus hijos.

Puede que el mejor pozo de sabiduría que uno encuentre en su existencia sea la mirada de sus hijos, y la mejor referencia para saber dónde y hacía donde va su vida, no hay mejor remanso de paz que observarlos cómo están atentos a cualquier pequeño gesto nuestro o de cualquier intruso ruido que viene a perturbar su paz inmaculada, así son capaces de absorber de todo cuanto les rodea y muestran una capacidad siempre maravillosa, aunque quizás no lo bastante eficiente para esta sociedad materialista, que en ocasiones es tan distante, irracional e hipócrita, pero eso ¡ay! no se enseña, eso tendrán que aprenderlo por sí solos.

Y sí, era de esperar por los que me leéis que he de relacionar mi experiencia con el mundo de los aceites, en este caso, en tono distendido claro está, y es el caso que me sorprendió mucho que las enfermeras del hospital, en el primer baño de nuestra hija, nos dijeran que una vez bañada, diésemos friegas con aceite de almendra, exento de químicos, por supuesto, a la pequeña, ¿por qué este aceite?, por las magníficas propiedades que tiene el mismo (“ablanda” la piel del bebe, la alimenta y le da vigor, ya que en los primeros momentos su piel está demasiado seca y frágil). En mi caso, era obvio que tenía que preguntar si en lugar de aceite de almendra se podría usar AOVE de Los Pedroches, la enfermera cauta y certera me contestó que para el ungüento por todo el cuerpo era mejor el de almendra que el AOVE ya que el segundo huele más que el primero, pero igualmente es cierto que me comentó también que para las zonas más susceptibles de irritación era mejor el AOVE, y me quedo con eso.

Pues bien, una vez recibidas las pertinentes instrucciones, me dirigí a una farmacia cercana a comprar aceite de almendra exento de químicos tal y como me habían indicado, y cuál fue mi sorpresa cuando pregunte el precio, pues el litro, estimados lectores, costaba la nada despreciable cantidad de 10 €, me quedé, ¿cómo no?, estupefacto, es más le comente a la farmacéutica que yo trabajaba en el sector del aceite de oliva, y que posiblemente nos habíamos equivocado de sector por el importante diferencial en los precios entre un litro y otro, -evidentemente en tono de broma-, pues sería una labor hercúlea plantar y gestionar los almendros en nuestras escarpadas sierras, además de que no se nos pasa por la cabeza el quitar nuestros queridos y apreciados olivos centenarios.

En definitiva, y para terminar, la paternidad es una experiencia maravillosa, recomendable ciento por ciento, completa nuestro ciclo vital y nos hace ser mejores personas en todos los aspectos que nos puedan definir como seres humanos, pues no hay nada más hermoso que legarle a otra persona, en este caso un hijo, lo poco o mucho que uno sabe y así crecer con él en todos los sentidos.


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