Pintadas, cagadas de perro y meadas en la esquina

EMILIO GÓMEZ
(Periodista-Director)


Estamos en la era de la comunicación. ¿Cómo pudimos estar tan incomunicados en otro tiempo? Resulta que la incomunicación era el diálogo personal, sacar un tema para debatirlo comiendo en familia, hablar con los vecinos en la puerta de las casas y jugar con los amigos en la calle.

¿Qué clase de diálogo era ese si no había comunicación en red? Hasta ahora no habíamos inventado la sociedad prosaica en la que vivimos. Hablo de esa que busca un paraíso de pitiminí. Alguien debería salir y decir la verdad que no es otra que la real. Uno tiene lo que se busca. Ni más ni menos. Eso sí, sorteando cada vez más obstáculos. Eso es lo que hace la vida más difícil.

El civismo es una cosa de viejos. Las reglas de ahora están pensadas para el incivismo. Cada vez se ha ido despreciando más lo común. Hay mucha gente, cada vez más, que no entiende que lo común es también suyo, y lo desprecian, lo maltratan.

Nos dijeron que los pueblos nos los iban a mantener limpios, que ya no había que barrer las puertas de las casas como antes. Nunca los pueblos estuvieron tan sucios y las ciudades tan llenas de basura. Pintadas, cagadas de perro y meadas en cada esquina. No es un problema de los ayuntamientos y de las empresas de limpieza. Es un problema de civismo. Sí, ese que hemos perdido. Y luego están las palomas. Hay que dejarle espacios libres en tu terraza, en tu tejado, en tu patio y hasta en tu casa. Ratas voladoras que llenan de mierda los pueblos (y perdonen por la claridad). Pero es que son tan bonitas estas aves que hay que favorecer más su reproducción al igual que la de los buitres. Y no nos podemos olvidar del lobo, que hay que devolverlo a nuestras tierras. El lobo es necesario. Mediante la ayuda de las administraciones se conseguirá salvarlo. Nadie piensa en los daños del ganadero, ni en la ovejas, ni en los corderos, ni en los terneros devorados.

Algunos de los ‘frikis’ que tienen este guión de salvar el mundo dicen que criar animales para lucrarse tendría que estar perseguido. A estos que piensan esto deberíamos perseguirlos nosotros. No entienden que el campo, la huerta, la leche y la carne han estado siempre para que la gente se alimentara. Se les debería enseñar cómo se cría un cerdo o una gallina. Los animalistas radicales de ahora son los que no han pisado nunca un huerto, una granja o una explotación. Ahora resulta que sentir el mundo animal es dar migajas de pan a las palomas.

Esta sociedad prosaica se puede entender en una ciudad pero no en un pueblo agrícola y ganadero. Es lo que tenemos. Hay gente que no sabe ni quiénes somos, ni de dónde venimos ni mucho menos a dónde vamos. Bueno, esto último no lo sabemos nadie. Los nuevos ‘frikis’ y su nueva concepción de la vida. Algunos metidos en política. Para eso están con estas teorías. Conmoviendo el corazón. Lo hacen con esos mundos de Disney, de pollos de goma y de vaquitas de plástico.

¿Tan difícil es tener un mundo de verdad con políticas de verdad y despegarse de las tonterías mayúsculas de las que se ocupan los políticos de ahora? Que lo único que se quiere es vivir en un país donde no nos acribillen con más impuestos. Que se pueda trabajar. Que nuestros hijos tengan futuro cuando acaben sus estudios. Que confiemos en un sistema de salud seguro. Y que se respire futuro. Ahora ves las noticias y no ves nada más que nuevas leyes tontas que te hacen dudar si estos políticos están gobernando el país o reinventando el circo de Ángel Cristo. Los populismos nos llevan a la pérdida de lo importante, la confianza en los valores y en las personas. Una sociedad que crea casitas de paja como la del cerdito del cuento.

Más importante que creer en las instituciones, en los colectivos o en las ideologías es creer en las personas. En ellas tenemos que creer. En hombres y mujeres que basen sus acciones en la honradez, en la lealtad y en el trabajo. Lo demás son pintadas, cagadas de perro y meadas en la esquina (con perdón). ν

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