¿Por quién doblan las campanas?

JUAN PEDRO DUEÑAS SANTOFIMIA


Una experiencia reciente, vivida durante unos dias de vacaciones en la ciudad de Cadiz, por causa de mi insaciable curiosidad coinciendo con la oportunidad de la masiva llegada, en un buque de salvamento, de los inmigrantes subsaharianos, sentí la necesidad de saber cómo se encontraban acogidos en el Centro deportivo, junto al atolón que se encuentra en la parte marítima próximo a la zona de la catedral; qué tratamiento legal les aplicaban, y todo cuanto pudiera y me fuera posible conocer acerca del trato humanitario de que eran objeto.

No resultó nada fácil mi propósito del que me vi obligado a desistir por la pretendida vía de la información, y opté por esta publicación como pequeña ofrenda de colaboración y solidaridad con esos seres humanos que, con mucha más razón, merecen ser atendidos en un mundo que presume de moderno, progresista, solidario( y no sé cuentos más epítetos se arroga. )

El error de inicio, fue hacer gala de ser colaborar de un medio de comunicación, de pequeña tirada, y de alcance limitado a una Comarca, (del que no di más explicaciones) en la creencia de que así podría despertar mayor interés, pero, por contra, desperté quizás inquietud en el joven colaborador de la Cruz Roja que me dijo haber venido a prestar sus servicios como voluntario desde un pueblo de Castila León, si no recuerdo mal.

No me permitió pasar al local donde fueron alojados los emigrantes “todos negros” y esperé en la calzada junto al muro que contiene los envites del mar.

La segunda comisionada nada me facilitó al extremo, pero me puso en contacto con la responsable correspondiente que se encontraba en el Centro Provincial, próximo al lugar.

Para no alargarme más en la exposición diré que esta tercera persona, en nada alimentó mi curiosidad, y me remitió a su vez al responsable provincial que, a la sazón, se encontraba fuera de la ciudad, al que llamé por teléfono que me facilitó esta tercera persona, contestándome que en ese momento estaba muy ocupado y que le llamara otro día, no sin antes tener una corta conversación, previa a la mía, con la intermediadora, quien, a buen seguro, le puso al corriente de mi propósito.

Convencido de que no obtendría información, me despedí dando la gracias a esta supuesta responsable de mando en plaza, diciéndole: Salgo con la impresión de que la Cruz Roja tiene interés en mantener el problema en la mayor clandestinidad posible, para así asegurar a su vez su existencia, manteniendo la miseria”. Algo duro quizás, así, poco más o menos, se lo expresé y me extrañó que no me replicara, lo que me hizo pensar que quizás esa persona tenia conciencia de que yo no andaba demasiado desorientado.

Ahí quedó el tema, y ahora para cumplir mi compromiso moral lo hago público a través de este medio (el periódico comarcal que me referí.)

Creo que cuando se actúa frente a la adversidad, por razón de supervivencia y no de convicción ética, el resultado, en el primer caso, será una incidencia temporal sobre los efectos del problema, pero la solución del mismo, podría encontrarse en esa convicción ética de contribución a mejorar la existencia de los seres.

Toda actuación tendente solo a dar solución a los efectos no evitará que sigan viniendo personas en busca de una supuesta mejor vida, pues el problema se mitigará en términos de humanidad, hipócrita caridad y aparente solidaridad , pero seguirá existiendo como una injusticia social que resulta, sin duda, ser el móvil que retroalimenta estos movimientos migratorios masivos. Por tanto, será en el ámbito de la justicia social y marco internacional donde deban buscarse soluciones que, entiendo habrían de producirse al menos en dos direcciones:

Una, atajando los motivos del problema en su origen

Otra, adecuar los derechos sociales a los emigrantes acogidos como de humanos, con base en multitud de declaraciones internacionales de derechos humanos, a las que con tanta frivolidad e irresponsabilidad se acude como cita, pero nó como realidad de obligada aplicación .

Esta actuación debería haberse producido hace ya mucho tiempo, pero ante la falta de presión social y la poca trascendencia pública de la tragedia, contada más en versión gregoclásica, el problema es ya de una magnitud que agrava considerablemente su solución.

Supongamos a modo de ejemplo, el del estanque y los nenúfares, en que éstos se duplican cada día y que en veinte días ocuparán toda la superficie del estanque y nos preguntemos en qué día se ocupará la mitad del estanque. La respuesta será, el día diecinueve; pues si este día ocupa el 50% del mismo, y se duplica diariamente, al que hace veinte el estanque estará totalmente ocupado por los nenúfares.

Solo en un día, el veinteavo, se consuma el propósito cuando ese 50% pendiente de ocupación, solo el día anterior, nos producía el efecto de que aún quedaba mucho por cubrir. Nada menos que la mitad y creer aún que con una actuación adecuada estamos a tiempo de solventar el problema, cuando ya éste se ha traslado al elemento tiempo y no al espacio que por su aparente dimensión no nos resultaba agobiante.

Es el llamado fenómeno de crecimiento exponencial porque el proceso se acelera mucho en el último momento del desenlace y que debería ser cocido, al menos por los asesores de los sordos mandatarios, para evitar una tragedia humana de incalculables dimensiones que ya ha costado decenas de miles de vidas, eso sí, de “ negros” y esas, a lo largo de la historia siempre han sido de menos quilates y se ha mercadeado con ellas durante siglos, antes llamándole esclavismo y hoy “ economicismo”, vocablos a fin de cuentas . ¡ qué más da!

Evocando el poema, recientemente leído, por causa del aniversario del atentado terrorista en Barcelona, de John Donne, animo a quienes sufren por razón de su sana moral y recta conciencia a que actúen en consecuencia:

“Ningún hombre es una isla entera en sí mismo. Cada hombre es una pieza del continente, una parte del todo. Ninguna persona es una isla y la muerte de cualquiera me afecta, porque me encuentro unido a toda la humanidad por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas.
...Doblan por ti”
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