El legado de la Mesta en Los Pedroches (2). Cencerros

ARTURO LUNA BRICEÑO


Es muy difícil entender el mundo de la ganadería extensiva sin conocer en profundidad el uso de los cencerros. En la primera edición del Espasa dicen del cencerro: “Instrumento que se hace de una plancha delgada de hierro o cobre, soldándolo en figura de cañón; en este se le ponen dos asas, una en lo exterior para colgarlo, y otra en lo interior para atar el badajo, que suele ser de hierro, de hueso o de palo muy duro. Los hay de varios y se usan para toda especie de ganados”.

Está muy bien esta descripción antigua, pero no es exacta del todo. El oficio del cencerrero, está a medio camino entre el latonero y el fundidor. Para hacer la soldadura, que suele estar en la parte central del cencerro, recorriéndolo de arriba abajo se utilizaban raspaduras de cobre o de bronce, que las obtenían de los restos que quedaban en los talleres de los veloneros cuando torneaban los candelabros o los pies de los velones. También solían pegarlas en la parte exterior del cencerro. Esto lo hacían para darle un tañir más acampanado, de no hacerlo su sonido sería similar al que produce una lata. Esta operación se realizaba cubriendo al cencerro con tierra amasada con paja, usando la misma técnica que los fundidores de campanas. Una vez envuelto de tierra por dentro y por fuera se metían en las muflas hasta que alcanzaban el rojo vivo. 

Carnero merino casrrado usado domo guía del ganado.


Al salir de los hornos los limpiaban y los hacía sonar. Lo mismo que ocurre con las campanas en las fundiciones, los cencerros podían tener defectos de sonido. A los que sufrían carencias de sonido se los denominaban “cencerros sordos”. Y para recuperarlos se les volvía a aplicar virutas de bronce o de cobre y volverlos a fundir.

Los cencerros son las piezas grandes. Destinados para el ganado vacuno, los burros livianos de los arrieros o los mansos de las majadas trashumantes. A las piezas pequeñas se las denomina “cencerras”. Los cencerros producen un sonido grave y fuerte, y las cencerras son más agudas.

El sonido de un cencerro nunca es igual al del otro. El baño de bronce o cobre, esparcido por la superficie de la chapa, de forma aleatoria, matiza a la vez que potencia el sonido. 

Manso y ovejas.


Otro de los elementos que sirven para distinguir la singularidad del sonido es el badajo. En la cultura de nuestra dehesa los badajos eran de madera de encina o de troncos de carrasca. Madera que se dejaba secar.

Los pastores, cuando los ganados estaban pastando, aprovechaban para tallarlos con sus navajas. En la parte superior le abrían un ojo, similar al de una aguja, para poder atarlo en el interior del cencerro, y la parte baja la laboraban con la misma forma de un palillo de tambor, pero con la bola inferior más gorda.

A estas tallas pastoriles se las conoce como: “arte de colodros”. Nombre que le viene del recipiente en el que los pastores guardaban la navaja y la piedra de afilar: La colodra. Que consistía en una especie de baso construido con la parte de un cuerno de toro, que iba desde la cepa hasta la mitad del cuerno. Una vez serrada el asta de toro, a la parte más delgada se la sellaba con una madera o un corcho. En ella, echándole agua, mantenían la piedra de afilar mientras tallaban. 

Libro de Julius Klein sobre La Mesta.


El uso del cencerro en la majada sólo se hacía en los mansos. Eran los mansos los carneros castrados de los que los pastores se valían para llevar las reatas de ovejas mientras trashumaban. Las ovejas seguían el olor del macho castrado, pero también lo conocían e iban detrás de él por el sonido de su cencerro.

Continua el viejo Espasa diciendo “Cencerrada: Ruido desapacible que se hace con los cencerros, cuernos y cubos de hoja de lata u otro metal para burlarse de los viudos la noche en que se casan; y así se dice; “dar la cencerrada”. Y así era. La última cencerrada de Pozoblanco se la dieron, en los años cincuenta del siglo pasado, en el Pozo Viejo a Rafaelito El Mococa, que era viudo, ciego y el último Pregonero Municipal del pueblo, que iba acompañado de un lazarillo que tocaba un tambor para avisar los pregones. 

Merinas en las cañadas.



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