Don César, ese Ángel de la Guarda que estaba siempre ahí

EMILIO GÓMEZ
(Periodista-Director)


Rabia, tristeza y mucha pena cuando conoces que han terminado con la vida de una persona cuyo único mal cometido fue dar la vida por los jóvenes más pobres. No merecía este final César. Esta salvajada terrorista yihadista viene a dejar a las claras la persecución que sufren los cristianos por el mundo.

Don César era una persona increíble. “Ha muerto un santo”, decía el salesiano Faustino García. Lo era. Pasó su vida entregándola a los necesitados, a los olvidados, a jóvenes y ancianos. Decía siempre “son los jóvenes del mundo los que me han enseñado a ser salesiano”. Él desde muy joven encontró su vocación. En 1982 ya era misionero salesiano. Se sentía bien en las misiones. Era su mundo. No comprendía cómo se puede olvidar la pobreza y la miseria que hay en el tercer mundo. En una entrevista que mantuve con él me dijo “no es el tercer mundo, es nuestro mundo y tenemos que comprender eso”.

Don César nació en Pozoblanco hace 72 años. Un Pozoblanco muy diferente al de ahora. Su padre, salmantino, era director de correos de la oficina local. ‘Cesitas’ como le llamaban en la calle era un niño callado, muy inteligente y al que no le gustaba nunca alterar el tono de su discurso. Encontró pronto su vocación religiosa. Aunque se marchó muy joven de Pozoblanco, siempre regresaba unos días coincidiendo con fechas señaladas. Si podía se llevaba fondos para asistir a las personas que atendía en sus misiones. Nunca dejó nada para él. Todo lo entregó. Su dinero, su tiempo, sus sueños. Hay gente buena haciendo cosas buenas de manera anónima para gente anónima. Ese era Don César o el ‘Cesitas’ que creció en aquellos años 50 y 60 por las calles de Pozoblanco. Le encantaba su pueblo y el aroma que le dejaba de la infancia vivida. Una persona más observadora que habladora. Algo tímido pero muy listo. Dicen los viejos que “como su padre”.

Su palabra mágica era ayudar. Sin ruido, con mucha perseverancia, con humildad y sin esperar nada a cambio. Él siempre estaba ahí como un ángel de la guarda. Estaba ahí sin más. Sin querer nunca incordiar. Sin pretender que te enteraras de su presencia pero siempre esperando por si lo necesitabas. Un gran hombre. Era un ejemplo de vida.

Le quitaron lo único que tenía: la vida. Esa vida que estaba dando a los demás. Descanse en paz, Don César. El amigo salesiano de los jóvenes que creció en las calles de Pozoblanco.

El lunes a las 17:00 horas será la misa de funeral en la Parroquia de Santa Catalina. La despedida de un gran hombre.


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