Los caminos andados

EMILIO GÓMEZ
(Periodista-Director)


Después de una larga ausencia, toca volver a por ella. Ha pasado un año y pico desde la última vez que fuimos a recogerla con aquella mañana de sol indeciso. Fría. Muy fría. En estos días la dehesa huele a fogata, a hierba fresca, a mañanas de escarcha y a niebla entre encinas. El domingo todo abrirá. El color es un estado de ánimo. Este año la luz lo invadirá todo para que se escuche el viejo rumor de las cosas. En fin, todo dispuesto para saborear momentos en esos merenderos improvisados que se formaran entre encinas y garrafas de vino. Una tradición que pervive por mucho que haya sido devorado el mundo por el tiempo. Retomando el pasado, ese que no se pierde. Que se conserve ese encanto es la mejor memoria que nos queda de los que estuvieron. El camino de la Virgen nos lleva siempre a los mismos lugares. Esos que nos esperan para el domingo.

Hay reposo en la Jara, mucha paz y sosiego mientras todo se prepara. Es como si la luna, en la altura, dominara y simulara el gusto por la naturaleza solitaria en los días previos. Todo ello antes de la ruptura de esa armonía cuando se abra el cerrojo del camino. Porque se eso se trata. De hacer el camino cuando se abra. El camino es la metáfora de la vida. Lo vas recorriendo, kilómetro a kilómetro. Paso a paso. Hasta que llegas al final. Es importante llegar pero también disfrutar haciéndolo. La Virgen de Luna es una tradición que sirve para perfumar vivencias, momentos, cosas que suceden cada mañana cuando la vida estalla con su alegre mentira de la eternidad.

En los caminos largos se queda gente, cosas, amores, infancias, charcos que mojan, piedras saltadas y pájaros que se fueron en su vuelo. El anonimato de los sentimientos en las vidas de los personajes que componen el cuento que representamos. Una cosa es la escenificación de una tradición y otra cosa es como se siente por dentro. Hay vidas a las que el tiempo le agusanó su mundo. Otras que se fueron cuando creían que pronto iban a ser felices. Y las que siguen en el camino. Con sus deseos, sus dudas, sus ilusiones, sus mochilas. Nadie sabe lo que va a pasar con su vida. La vive sin más.

El camino de la Virgen de Luna está lleno de kilómetros. Cada uno describe un momento de tu vida. Son las crónicas de hombres y mujeres que encontramos en los caminos.

El kilómetro cero, el uno, el dos. El inicio en el que todo era un cuento bien contado. La vida auténtica que empieza donde el cuento infantil acaba en medio de amores que se encuentran o desaparecen. Y todo entre el tiempo. El que pasa. El que no para. No son los kilómetros que hagas, es el tiempo que pasa. Ese que se lleva a todas las almas. Por eso es mejor vivirlo. En su momento, en la explanada, en medio de las encinas o en las calles entre los disparos anunciadores de que la Virgen llega. Es un día de fiesta. Para saborear un buen momento y recordar los pasados.


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