El viaje de una niña buena

EMILIO GÓMEZ
(Periodista-Director)

Encontraba a Ana Isabel todas las mañanas cuando iba a llevar a mis hijas al Colegio Salesiano. Ella iba con su cartera con ‘ruedines’. Casi siempre coincidíamos en el mismo sitio. Yo bajando la escalera y ella subiéndola. Una niña que estaba cargada de vida. Que transmitía bondad. Esa bondad que tienen las niñas buenas de corazón como ella.

Cuando la enfermedad se cruzó en su camino, me pregunté qué había hecho ella para merecer esto. Pasaron los días. Su ausencia en el Colegio se notó. Mucho. Allí sus compañeros soñaban con que un día volviera a clase. Yo quería volver a verla subiendo la escalera en un día normal de escuela. Esa sería la mejor señal. Mis hijas me preguntaban por ella pues su hermano es compañero de ellas en clase. Ella no llegó. La vida, a veces no te deja elegir. Y lo que llegó fue la noticia de que se ha ido dejándonos helados. Confundidos. Y con mucha tristeza. Nada comparable con el dolor de sus padres que necesitarán mucha fuerza para superar el vivir sin ella. El luto de los padres es para siempre.

Hoy he pensado que si escribía algo, ella me leería. Ya sé que en otro lado. Y me pregunto que dónde estará. Desde que sitio estará leyéndome. Ella estará en un sitio grande. Donde no tenga miedo. Donde se concedan los más bonitos deseos. Donde las tardes no acaben nunca. Donde el cielo se pueda tocar. Donde la inocencia nunca se pierda. Donde no se necesiten carteras de ‘ruedines’ para transportar los libros.

Después de tanto tiempo de lucha con la maldita enfermedad, ella se ha liberado para volar. Porque los ángeles vuelan. No se ven, pero están. Como están las cosas invisibles. Y estará cerca de sus hermanos, de sus padres, de sus abuelos y de sus compañeros de clase. 



El cáncer sigue siendo una bestia que mata. Ya sabemos de las buenas intenciones de la gente. Pero el cáncer no es una palabra de aliento, no es un pañuelo en la cabeza, un lazo en la solapa o un día en el calendario. Es una lucha para vencer a la fragilidad y al miedo, cada día, cada hora, cada segundo, cada instante. El cáncer es una salvajada que hace que se nos vayan las personas buenas. Hace que se nos vayan niñas como Ana Isabel. Tenemos que pedir que se investigue más. Nos hace mucho daño que se nos vayan los nuestros. Después de una batalla tan dura, después de tantas horas de miedo, después de tanto sacrificio, pesadillas y de tanta angustia.

Pero al final, nos tenemos que quedar con lo bueno que la vida nos dejó. Y la vida nos dejó a una niña que en su corta vida se dedicó a hacer el bien, que amaba a su familia, que quería a su colegio. Que luchó por salir adelante y que hoy la echamos de menos. Ella se estaba haciendo mayor e iba camino de convertirse en lo más grande en lo que puede convertirse un ser humano: en una buena persona. Se fue al otro día de cumplir los 12 años. Su perrita Noa la sigue esperando. Le encantaban los animales. Jugaba con ellos a todas horas. Sé que no le va a gustar que escriba esto a mi amigo y profesor del Colegio Salesiano Antonio Jesús Lozano, pero tengo que contarlo. Él, al otro día del fatal desenlace, le dijo a todos sus alumnos y compañeros de clase de Ana Isabel, “en esta vida tenemos que querernos mucho todos”. Antonio Jesús es de esos profesores fantásticos. Aunque es mejor todavía como persona. Le había prometido a Ana Isabel ir al Hospital Reina Sofía para verla y hacer allí un truco de magia. Posiblemente buscaba la magia que nunca llegó. No pudo hacerlo pues Ana Isabel se puso muy enferma. Esta semana él se presentó en Córdoba en el Reina Sofía para programar un día en el que haga ese truco de magia a los muchos niños que allí hay ingresados con cáncer. Ana Isabel no estará pero lo verá desde arriba en la magia del cielo. Es por ello que cada vez le doy más valor a sus palabras: “tenemos que querernos mucho más”. No sabemos lo que nos puede pasar mañana. Ana Isabel era un ángel. Su marcha nos ha dejado mucho dolor.

Yo la recuerdo con su mochila llena de lecciones y apuntes con los que subía a clase cada mañana. Buscaba aprender. Y nos enseñó que la vida es solo alma. Lo demás es una línea fina, muy fina que separa esa vida de la muerte.

Hoy puedes estar aquí y mañana no. Feliz viaje Ana Isabel. Has dejado muchos corazones rotos que no comprenden por qué se van los niños que no han hecho nunca daño a nadie. 


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