La exposición pública y la gata de Karl Lagerfeld

MIGUEL CARDADOR LÓPEZ
(Presidente-Editor)


Quiero expresar que hay personas que aún hoy, en pleno 2019, no son conscientes de las lógicas servidumbres que conllevan el ejercer ciertos cargos o actividades de dimensión pública, y no saben distinguir y asumir las críticas vinculadas a su esfera pública, pues intentan situarlas torticera o equivocadamente dentro del ámbito estrictamente personal o privado.

Dentro de estos están habitualmente los políticos que cobran un sueldo, que son los que más expuestos están a la crítica, por desempeñar una función que incide en el conjunto de la sociedad y una gestión que repercute directamente en la vida de sus convecinos y administrados, además de cobrar del dinero de todos los contribuyentes.

En el caso de personas que de forma altruista representan a entidades de todo tipo, como por ejemplo un presidente de una entidad deportiva, cultural, religiosa, etc., también tienen esa exposición y deben comprender que se le puede hacer una crítica a su gestión o a una concreta decisión.

Si la crítica a una determinada gestión o actuación vinculada a la esfera pública está bien fundamentada, no es malintencionada y no ataca frontalmente la dignidad de las personas y el buen gusto, es perfectamente legítima y, si me apuran, a veces hasta necesaria. Pues no todo va a ser adulación, agasajo y pasar continuamente la mano por el lomo, hasta que el personaje en cuestión se crea un ser superior o que está por encima del bien y del mal.

A esa misma exposición pública estoy sujeto yo como editor de este semanario, aunque no tenga ninguna remuneración, sino todo lo contrario, pues en los 4 años que llevamos en todos ellos hemos tenido pérdidas, y además cumplo con el compromiso que asumí de, a pesar de no tener ningún beneficio, entregar un donativo todos los años a la Asociación de la Caridad de Voluntarias de San Vicente de Paúl. Y no por ello yo estoy exento de cualquier tipo de crítica que me hagan, y esa situación la asumo y la acepto.

Unos dirán que el semanario está bien, otros que es malo, igualmente con los artículos de opinión, que son los más dados a las discrepancias.

Yo estoy perfectamente identificado, y además invito siempre a cualquier persona que se pueda sentir aludida o en discrepancia con algún comentario vertido aquí a enviar la réplica que ella considere oportuna, dentro de las mismas reglas que utilizamos todos los que escribimos en él, que están en los límites que establece el Código Penal y el respeto a las mínimas reglas de educación, dignidad y decoro.

No como ocurre, por ejemplo, con las nuevas tecnologías, donde en el 80% de los casos la gente da opiniones, hace críticas o directamente lanza insultos, y lo hacen de forma cobarde, bajo el anonimato, sin identificarse.

Termino dejando muy claro que nada tiene que ver con la persona, ni las actuaciones privadas, tanto personales como profesionales, porque lo que al lector le interesa es la actuación sobre el cargo que ocupan, ya que ahí es donde suscita el interés, y donde lógicamente tendrá gente favorable a su actuación y otras que estarán en total o parcial desacuerdo.

La libertad de expresión consiste en esto que expongo, porque algunas personas se confunden y creen que para ciertas opiniones estamos como hace 50 años.

Cambiando radicalmente de tercio, me hago eco de la desmedida exageración que se da con el cuidado de mascotas, pues en algunas situaciones son esperpénticas y yo diría que hasta totalmente descabelladas.

Yo tengo en mi casa un perro de raza husky siberiano, y es verdad que le tenemos un cariño y le damos unos cuidados que hace 40 años hubieran sido impensables. Lo mismo les ocurre a otras muchas personas hoy en día. Pero creo sinceramente que dentro de ese cariño mutuo debe de haber un límite, como todo en la vida, porque si no estamos actuando de manera muy desequilibrada.

El último fenómeno es el de la gata del famosísimo creador y diseñador alemán Karl Lagerfeld, que ha nombrado a su gata Choupette, de raza Birmania, como una de las herederas de los 190 millones de euros que ha dejado su dueño.

A la altura de su famoso dueño, la gata ha tenido una vida de lujos y comodidades. Tiene dos niñeras, que atienden todas sus necesidades. La cepillan, llevan un diario donde documentan todos sus movimientos y cambios de humor. Cuenta también con un chófer y un guardaespaldas. Su propio amo manifestaba que: “se comporta como una princesa y que incluso tiene la capacidad de manejar un ipad”.

De acuerdo con la ley francesa la gata no puede convertirse en heredera de la fortuna, ya que prohíbe el que ningún animal herede. Pero como el diseñador es de nacionalidad alemana, en su testamento ha debido de indicar que se aplique la ley del país teutón donde, aquí sí, los animales pueden heredar.

Esta minina es tan popular que ha sido portada de revistas tan prestigiosas como Vogue, Madame Fígaro o Lucky.

En Instagram llega a los 296.000 seguidores. El último post aparece con un tocado negro dedicado a su amo, donde por tiempo indefinido estará de luto.

Ejemplos como éste demuestran que estamos perdiendo el oremus.

Queramos y cuidemos a nuestras mascotas, pero dentro de un equilibrio, para saber distinguir entre un ser humano y un animal, pues con el patrimonio de la herencia de esa gata se resolvería el problema alimenticio de miles y miles de seres humanos del tercer mundo durante toda su existencia.


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