Las historias de mi padre (IV)

ANTONIO ARROYO CALERO


Don José Muñoz Cruces “El Manene”, fue personaje singular que vivió en Pozoblanco hasta su fallecimiento allá por los años 60 del pasado siglo.

Él era cordobés y se trasladó a vivir a nuestra localidad al amparo de su hermana Dª Encarnación Muñoz Cruces (la Excelentísima), mujer de familia humilde que casó con D. Andrés Peralbo Cañuelo, primer hacendado de la localidad y Senador del Reino , de aquí el título de “Excelentísima” con el que era tratada.

Contaba mi padre que “El Manene” había sido banderillero en su juventud y por tanto aficionado y entendido en el arte de Cúchares. En Pozoblanco , dada la nueva posición social que le suponía ser cuñado de quien era, paso a presidir las corridas de toros. En alguna ocasión y ante la impotencia del torero de turno para matar el toro que le hubiese caído en suerte y los gritos de la afición ¡” Que lo mate el Presidente”! ¡”Que la mate el Presidente”! abandonó “ El Manene” su sillón en la Presidencia y bajó al ruedo para culminar la última faena.

Llegó, también, a entender de olivos. No en vano, su cuñado D. Andrés Peralbo, era propietario de la mayor finca de olivar de nuestra sierra : “La Canaleja”.

Sus conocimientos taurinos y olivareros animaron a “El Manene” a realizar algunos inventos que describimos:

“La suerte de los Platillos”. Se colocaba el torero de rodillas en la puerta de chiqueros esperando la salida del toro pero no con el capote habitual sino provisto de dos grandes platillos de música, cuando el toro salía a la plaza y unos metros antes de llegar al torero, este daba un estruendoso toque de platillos que hacía que el toro, asombrado, diese un salto descomunal por encima del torero. Esta novedosa suerte taurina hacia las delicias del público asistente.

“El serón abre-cujón”. Muy útil este invento para agilizar el transporte de la aceituna desde el tajo a la molina que por aquellos entonces se hacía en grandes serones de esparto a lomos de caballerías A “El Manene” se le ocurrió abrir una pequeña compuerta en el cujón del serón que se ataba con un botón, de tal manera que al llegar la mula al lugar de descarga, bastaba abrir esta compuerta y la aceituna se descargaba por su propio peso sin necesidad de tener que bajar y volver a subir el serón para el próximo viaje, evitando su atado y desatado.

Al parecer ninguno de los inventos de” El Manene” han tenido mucho éxito pero ahí quedan.

Y esta era una de las muchas historias que contabas mi padre.

Otro día hablaremos de la “chaqueta de El Manene”.


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