El curso se acaba

EMILIO GÓMEZ
(Periodista-Director)


Esto se acaba. El año escolar está llegando a su fin. Atrás van quedando los días de escuela, de mañanas de despertador, de dejar las sábanas a un lado cuando se pone el pie en el suelo, de ojos pegados y de manos ordenando los lápices del estuche antes de colgarse la cartera. Hace unos días los más pequeños estuvieron metidos en trajes de disfraces para la despedida de otro curso que se escapa. Pronto las aulas quedarán vacías durante tres meses. Mucho tiempo, con tardes eternas donde la vida parece que se detiene. En el resto de estaciones uno tiene la sensación de que todo dura un rato. Sin embargo, en verano todo es tan largo que sin siesta parece que los días están doblados.

Para los escolares ahora viene el verano a rescatarlos de un tiempo que estaba ya acabado. Habían pasado ya nueve meses. Demasiado para las almas infantiles que necesitan beber agua de otra fuente para no caer en la costumbre del adulto. Había que mirar el horizonte y ver lo que les espera bajo los cielos de junio, julio y agosto donde a lo mejor habrá alguna tormenta. Tiempo ocioso sin ninguna responsabilidad en las mayoría los casos. El verano es la estación de los niños, la primavera la de los adolescentes, el otoño la de los románticos y el invierno es el período más temido por grandes y pequeños. 



Pronto los libros quedarán aparcados en cualquier lugar de la casa o puede que en el garaje o en esa cámara donde van las cosas que ya no se miran. Hace unos meses los padres estaban forrando de ilusión esos libros, cortando los plásticos de tamaño exacto y pegándolo con muchísimo cuidado. A medida que vas entrando en cursos nuevos, se va acabando eso de ser niño. Aunque siempre pienses que la vida todavía nos puede enseñar algo.

Con el paso del tiempo, los sueños abandonarán los corazones infantiles. Para esos tienen que pasar varios cursos. De pequeños se sueñan tantas cosas y tan diferentes. Unos sueñan con ser artistas, otros con ser futbolistas, médicas, famosos, cantantes, peluqueras, mecánicos y tantas cosas. La fantasía escolar no tiene límites. Y sin escuela habrá tiempo para vagabundear. Las calles se convertirán en sorpresas animadas por ese espíritu infantil que lo mueve todo. Como si el mundo fuese de cartulina.

Todo se parará hasta que llegue septiembre. Será entonces cuando todo empiece a oler a nuevo. Para entonces los libros tendrán un número más en su cubierta, los cuadernos estarán en blanco y el álbum de cromos seguirá sin rellenar. Todo estará por escribir, hasta el cambio de aula. Los niños tienen toda la vida por delante para decidir lo que quieren ser. Lo que pasa es que, un día, de golpe, todo se descontrola y la vida ya no la llevas tú. Te lleva sin más. Y ya no encuentras las aventuras que uno vivía en la infancia. 


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