Esos veranos de calle sin móviles

EMILIO GÓMEZ
(Periodista-Director)

Los veranos infantiles y adolescentes eran una aventura permanente. La luz de media tarde desparramaba fantasía en las calles, en los campos, en los caminos, en las albercas de las huertas. Se sudaba en la calle que era un espacio lleno de aventuras pues por entonces los aventureros no tenían maquinitas para matar el tiempo, ni redes sociales para hacer amigos o ligar. Experiencias, aprendizaje y diversión.

Uno recuerda los veranos de antes, con los comercios, las heladerías, los juegos interminables de la adolescencia. Y ve que esto ha cambiado mucho. El mundo era un lugar amable en continuo descubrimiento. Había que salir para encontrar aventuras. Hablo de las de verdad porque las de la pantalla son, mayoritariamente, mentira o ficción.

Era un tiempo de sol y mucha calor esperando a que anocheciera porque de día brillaba demasiado el sol. Y calentaba. En las calles se ha conocido mucha gente. Se conocían los vecinos, los de tu barrio y los del otro. Se sabía dónde vivían todos los de tu edad. Y los más grandes de edad. Se les tenía respeto. De lo contrario podías meterte en problemas. 



Antes ns gustaba más la vida de la calle porque no teníamos nada al alcance de una pantalla. Curiosamente nos hemos conectado al mundo pero nos hemos desconectado de nuestros familiares, de nuestra calle, de nuestro barrio, de nuestros pueblos. Y lo peor es que nos hemos desconectado de la aventura. Aunque no lo pensáramos entonces, éramos felices. Y en modo superlativo. Ahora se quiere ser feliz. Lo que pasa es que cuando se quiere una cosa es porque no lo eres. Los niños de antes no existimos como niños ya porque el tiempo se nos cayó encima. La tarde en retirada. Tuvimos que irnos de la calle y del barrio. Nos metimos en casa pero vemos que nuestros hijos no salen de ella como lo hacíamos nosotros.

Otra cosa es ese viaje interior que antes hacíamos sentados en el `batior´ de nuestra casa cuando todo era más tranquilo y el WhatsApp no pitaba ni llegaban mensajes al correo ni al perfil de facebook o al instagram. Ahora no solo es que muchos jóvenes no solo no se encuentran cara a cara con sus amigos sino que no se encuentran cara a cara consigo mismos. No se conocen. Metidos en un mundo virtual que no controlan. Los controla.

No solo los jóvenes. A los mayores nos pasa lo mismo. Ya no somos aventureros. Somos `otra cosa´. Como dice un amigo mío “hay que madurar mucho para poder seguir siendo un niño”. Uno siempre se debe de tomar la vida como un juego. Pero que ese juego no sea de esos que nos controlan, de esos que nos quitan la libertad. Esa que perdimos cuando abandonamos las calles y nos metimos en la casa. Primero con la televisión y ahora con esas máquinas inteligentes de las que no nos despegamos. Hay que latir, saltar, reír y pasear más. A la calle, aunque haga calor. 


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