La Mancomunidad amarmotada


ANTONIO JIMENO MÁRQUEZ


En su ensayo Pensar rápido, pensar despacio, Daniel Kahneman, uno de los psicólogos más prestigiosos del mundo y premio Nobel de Economía, escribía esto de los empresarios para ensalzarlos y demostrar su valor como vectores de riqueza y desarrollo: Esos tipos tan optimistas capaces de creer que las probabilidades de éxito de sus negocios son el doble del valor verdadero. Esas gentes tan audaces que invierten sus ahorros en negocios que ya han fracasado en seis o siete ocasiones pensando que debido a su gestión la suerte será diferente.

Aunque sin apostar su dinero, sin tener que jugarse la piel de la manera a la que se refiere Nassin Taleb en su último libro, los políticos pueden considerarse en cierto modo una forma de emprendedores. Creen que aunque ciertas actuaciones hayan fracasado en seis o siete ocasiones siempre deben darse un margen para la esperanza y confiar de nuevo en la condición humana. Pero si todo sigue igual, si nada se hace diferente, si no hay voluntad de cambio por interés partidista, el resultado será el mismo. Bien lo afirmó Einstein.

Y ahí está el tema de la Mancomunidad en su trágico y eterno día de la marmota. Viendo la vida y los políticos pasar, de manera inmutable. Preguntado el alcalde de Dos Torres en Hoyaldía respondíó lo siguiente: Si no vamos unidos, si no nos alejamos de estas posturas que no conducen nada más a que a dividir, mal vamos. Estoy convencido que esto puede cambiar estos años, puede cambiar esa Mancomunidad.

Su respuesta, alejada del uso del pesimismo que tanto caracteriza a los conservadores, mantiene vivo un deseo que ya era un objetivo innegociable hace diez o quince años. Es evidente que el órdago que lanzó Emiliano Pozuelo hace unos años procedía, incluso podemos decir más que eso: que le asistía toda la razón.


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