'Mientras dure la guerra'

MIGUEL CARDADOR LÓPEZ
(Presidente-Editor)


Hace unos días vi la película que lleva el título de este artículo del consagrado director Alejandro Amenábar, la cual se centra en la figura de Miguel de Unamuno en la Salamanca del histórico año 1936.

La verdad es que me ha gustado, porque Amenábar se ha esforzado (y yo creo que ha conseguido) en aproximarse a la objetividad de lo que realmente pasó, ya que casi la totalidad de las películas que yo he visto donde aparece directa o indirectamente la Guerra Civil española, tienen una total parcialidad hacia uno de los dos consabidos bandos, todo ello según el color de quien mandara en nuestro país.

Por un lado están las que se hicieron cuando vivía el dictador Franco. Películas como “El Santuario no se rinde”, “Raza” y “Sin Novedad en el Alcázar”, son películas que están totalmente maquilladas y volcadas siempre tendenciosamente a polarizar sobre quiénes eran los buenos y quiénes los malos. Por la época en la que se rodaron se encontraba un gran paralelismo con aquellas clásicas y abundantes películas del lejano oeste norteamericano de la misma época, donde siempre aparecía la inmaculada y valerosa caballería para rescatar a civiles de toda clase, masacrando con rifles, pistolas y espadas a los malvados pieles rojas, que vivían en chozas y se defendían con flechas de la época del descubrimiento de América por Cristóbal Colón.

En estas referidas anteriormente el combatiente del bando nacional siempre aparece en pantalla como la persona guapa, elegante, que no necesita la ayuda de las mujeres y que es poseedora de los mejores valores y principios morales. Mientras los otros, los republicanos, son sucios, mal hablados, totalmente desalmados y con una gran carga criminal sin ningún miramiento a rivales y población civil.

Afortunadamente hoy estamos muy lejos de todo aquello, aunque haya personas, asociaciones y hasta organismos que están constantemente removiendo tendenciosamente los rescoldos de toda aquella gran tragedia. Primero por sacar un rédito electoral y segundo por meter toda la cizaña posible para seguir alimentando el enfrentamiento y la división de los dos bandos. Hay tal hipocresía y falta de moralidad que entre esas personas están políticos de pueblos y también de las altas esferas políticas como diputados, senadores y parlamentarios autonómicos, que a pesar de haber prometido en la toma de posesión de su cargo la defensa y respeto de la Constitución y la lealtad al Rey, se lo pasan por el forro de sus chaquetas, y cobrando un gran sueldo de todos los españoles a través de los impuestos que pagamos, se dedican a bombardearnos con su pretensión de una nueva República mientras apoyan de una forma irresponsable y desleal la independencia de Cataluña y la de cualquier autonomía que la solicite, desmembrando y queriendo quebrar al Estado español.

Estos vicios antes descritos de las películas tendenciosas a favor del bando nacional que se filmaron en la época de la dictadura, son prácticamente los mismos que se dan ahora en abundancia (pero ahora en sentido y con mensaje opuesto) en casi todas las películas relativas a la Guerra Civil que se han filmado en los últimos siete lustros en España. Todas ellas acompañadas de grandes subvenciones y con el objeto de darle la vuelta a la tortilla. Aquí los buenos y benditos son ahora los del bando republicano. Por un lado los varones aparecen en las películas como personas muy razonables e intelectuales, con bastante educación y con un diálogo muy mesurado. Mientras las féminas compañeras, aparecen todas muy comprometidas con la causa, sin ningún miedo a dar la vida, sobrias, equilibradas y con un gran sentido de clase, y eso sí, siempre con el cetme al hombro.

Además todo ello aliñado con un vestuario fuera de época, con la ropa limpia, como si hubiera salido de una lavandería y tintorería, en lugar de la realidad de monos, botas bien cepilladas en lugar de alpargatas y lo más gracioso nombres de raíces catalanas y vascas, como Francés o Gorka.

En cambió los nacionales aparecen todos engominados, con bigote fino, necios y brutos, tan cortos de sesera que son incapaces de realizar un razonamiento medianamente inteligente o tener un comportamiento que vaya más allá de estar gritando permanentemente “Viva Franco” y “Viva España”. Las parejas de estos aparecen como señoras de clase alta, bien perifolladas y enjoyadas, tontitas, muy frívolas y que tratan muy mal a sus sirvientes.

Y, por supuesto, el tristemente célebre “paseo”, siempre eran los azules los que se los hacían a los rojos, pero jamás aparecen los paseos a la inversa. Y totalmente olvidada e incluso un total tabú aparece la palabra “Checa”, aunque fuera otra de las realidades de cárceles y centros de tortura y maltrato de los republicanos, que jamás han aparecido en las películas que menciono.

Escuadrillas de asesinos revanchistas y despiadados existieron en los dos bandos.

Por eso ensalzo la dignidad y honestidad del director, y su atrevimiento al reflejar el alma inquieta y contradictoria del Unamuno de aquellos infaustos días pasados en la ciudad del Tormes. Un personaje que se encuentra desbordado y asustado por la desazón y la opresión terrible al alma humana sensible que provoca la contienda fratricida, pero tremendamente encarnizada, entre esos dos bandos prisioneros de un odio tan grande y protagonistas de una barbarie tan atroz e incomprensible.

Por todo ello ensalzo esta película que se sitúa en aquella época, junto a la del genial Luis García Berlanga, que con “La vaquilla” encontró de una forma cómica, pero con mucho trasfondo y mucha moraleja subliminal, aspectos y matices para pensar en sobre todo lo enormemente absurdo de la Guerra Civil.

Para mí Amenábar ha sido moralmente intachable con su intento y esfuerzo digno y totalmente honrado de ser lo más objetivo, abordando un tema tan manipulado y manido de nuestra historia.

Lógicamente esta es mi humilde opinión, que unos verán un poco acertada y otros para nada estarán de acuerdo. Lo que pretendo, además de analizar y plasmar lo que he sentido al ver la película, es de alguna manera apuntarme a ese hipotético tercer bando, que nada quiere saber de los otros dos, que en cualquier caso, en una España del año 2019 (Sí, ya hace muchos años que estamos en el siglo XXI) debieran estar ampliamente superados.

Pues somos muchos de los que ya tenemos una cierta edad que estamos hasta el último pelo de nuestras cabezas de que nos quieran manipular y alinear, pretendiendo al cabo de tantos años envenenar a las nuevas generaciones y reventar y dinamitar ahora el loable y modélico espíritu de reconciliación nacional que se plasmó en la Constitución Española, reviviendo una y otra vez, en este bucle del que algunos no quieren salir, el terrible y desgraciado pasado de hace 83 años. Cuando lo que hay que hacer sobre todo es mirar el presente y al futuro, poniendo todo nuestro esfuerzo en la suma de todos los españoles sin distinción ideológica para abordar los gravísimos problemas que tenemos en la actualidad, si no queremos que el estado de bienestar siga cayendo cada vez más.

Para finalizar hacer una breve mención a que mañana viernes día 1 de Noviembre, festividad de Todos los Santos, todas las personas a nuestra manera, creyentes y no creyentes, tendremos especialmente presentes a los seres más queridos tanto familiares o amigos que nos han dejado una huella indeleble mientras que vivamos.

Acudiendo o no acudiendo al cementerio, el homenaje y recuerdo por encima de todo siempre estará en nuestra mente y corazón.

Todavía aún por fortuna en los pueblos de nuestra comarca siguen en una gran mayoría la visita a los cementerios, en un relevo generacional mayoritario.

Por otro lado mañana también se alza el telón de una nueva campaña de elecciones generales, la cuarta en cuatro años. Aquí solo encontraremos mucha fachada, con artificios de equipos personales, para que el candidato salga lo más disfrazado posible, para vendernos que nuestro voto, si queremos que sea útil, vaya a su partido, porque de lo contrario será un error de graves consecuencias.

Esto para mí tiene un resumen bastante claro, prometer, prometer, hasta meter (la papeleta en la urna) y después de meter, muy pocas cosas veremos hechas realidad de lo prometido.


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