Pongamos que hablo de vivir (LXI)

JOSE ANTONIO CARBONERO FERNÁNDEZ



Todo lo que nos sucede, todo nuestro devenir, nuestra mera existencia es cuestión de equilibrio, a lo largo de nuestras vidas, vamos comprendiendo, muy poco a poco eso sí, que todos nuestros éxitos y fracasos están íntimamente ligados con dichos equilibrios. Es evidente que si perdemos esa estabilidad todo puede llegar a derrumbarse súbitamente, queda claro por tanto que no podemos dar lo que no tenemos, ni al mismo tiempo, tampoco podemos recibir lo que no damos.
Dicho lo anterior, es fácil entender que todo este párrafo puede aplicarse a cualquier faceta cotidiana, también a la agricultura, y por ende, al olivar, y por supuesto, es de suponer que este cultivo leñoso requiere mucho de ese equilibrio tan necesario. Un frutal debe estar bien conformado, tanto por su parte radicular (raíces) y como por su parte aérea (copa), y lógicamente, para conseguir producir más y mejor, con más calidad, ha de existir un equilibrado crecimiento, que aúne todo lo inherente que compone a la planta.
En este momento en el cual nos encontramos, es muy habitual ver a muchos olivareros de la Comarca ataviados con sus motosierras o sus sierras telescópicas, realizando las labores de poda en sus fincas. Algo importante, podar no es talar, como les decía en un artículo que escribí anteriormente, “La importancia de la poda, que no de la tala”.
Curiosidades, es muy común escuchar o emplear el verbo talar, pero lo empleamos con un sentido erróneo, pues talar es cortar un árbol por el pie, cosa que no hacemos lógicamente, al menos no que yo sepa. Para hacerlo correctamente, debemos usar el término podar, eso es lo adecuado, y les explico el porqué, según la RAE (Real Academia Española), se define podar como: “cortar o quitar las ramas superfluas de los árboles, vides y otras plantas para que después se desarrollen con más vigor”. 
Decía el Agrónomo Romano Columela: “Quien ara el olivar, le pide fruto; quien lo abona se lo pide con insistencia; el que lo poda, le obliga a que se lo dé”. De esta frase se desprende la tremenda importancia de la poda en el olivar, es imprescindible realizarla y si se puede claro, hacerla bien. El objeto es aumentar la producción sin que el árbol pierda su fuerza y vigor, intentando disminuir al máximo los periodos improductivos en los árboles jóvenes, alargar el periodo productivo del olivo adulto y retrasar su envejecimiento. 
Hace unos días, leía en el blog ESAO (Escuela Superior Aceite de Oliva), un interesante artículo sobre los cuatro objetivos fundamentales de la poda en el olivo: Maximizar la cantidad de luz que reciben hoja y frutos, Mínima densidad de copa, Máxima relación volumen copa/peso madera y Herramienta de regulación de la cantidad y calidad de la cosecha.
El primer y el segundo punto hacen referencia a la tremenda importancia que tiene la luz sobre un árbol frutal. Hoy en día, se recomienda huir de la formas de copa que sean esféricas, incentivando formas de copa de olivo más bien rectangulares, que mejoren la entrada de luz a la misma. En el caso el olivo, como en el casi todas las plantas, hay una relación directa entre la luz y la productividad, es decir, mejorando la incidencia de luz en la planta, mejoramos todos los aspectos relativos al crecimiento y producción de la misma.
Con respecto a la estructura de árbol y la relación copa/peso madera, hemos de intentar que los olivos tengan la menor cantidad de madera (estructura de las ramas) posible, sin llegar a mermar el volumen de copa, es muy importante que un olivar adulto cuente con pocas ramas viejas, lógicamente los crecimientos y desarrollos son mucho mayores en las ramas jóvenes. Dentro de un olivo, solo raíces y hojas nos proporcionan la absorción de nutrientes, la estructura del árbol (madera), nos proporciona el soporte, siendo un sumidero de energía, no ayudando al crecimiento y desarrollo de la planta, solo soporta la estructrura.
Por último, mencionar que con la poda regulamos la cosecha del árbol ya que a través de ella se regula, valga la redundancia, la cantidad de madera del mismo, también controlamos la vecería, la aireación y la iluminación de los brotes. Los olivos sin podar no desarrollan brotes vegetativos, sólo flores y frutos, al producirse la aceituna en el brote de año anterior, no realizar la poda supone el agotamiento del olivo. En definitiva, como bien dijo Merton: “La felicidad no es una cuestión de intensidad, sino de equilibrio, orden y armonía”


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