Adiós a Don Carnal. Bienvenida, Doña Cuaresma
ARTURO LUNA BRICEÑOEn esta semana vivida le hemos dado la despedida al descarado y jocoso Don Carnal, enterrado la sardina y recibido a Doña Cuaresma, que viene atalajada con sus manteos y gasas.
Adiós a las comparsas, chirigotas, cuartetos y otras críticas jocosas que se atraviesan, con gracia, a todo lo que se mueve, destaca, manda y obedece en nuestro pueblo. Y ahora cambian las tornas y nos ponemos a rezar. Son los tiempos y son de agradecer, porque si todo esto lo hubiera ocurrido sesenta años antes, se habrían cerrado los “burguer” y el negocio de los chacineros, carniceros y otros vendedores de diversas cosas pringosas hubieran caído en picado en beneficio de los pescaderos. Pero hoy no hay que esforzarse tanto. El miedo al colesterol te lo quitan con una pastilla y la afición al jamón ibérico la diluye la escasez de fondos.
Y a mí me vienen los recuerdos de los antiguos carnavales que me contaba mi padre, y que anunciaban las comparsas de pedigüeños que recorrían los pueblos con sus letras gastronómicas: “Estos doce profesores/ que aquí veis presentes/ hace más de mes y medio/ que no han comido caliente/ El del bombardino dijo esta mañana/ que ganitas tengo de comer huevos con habas/ y un buen cocido dijo el del trombón/ y al oír estas palabras/ quedó desmayado nuestro director”.
Pero quizás la letra más audaz, critica y celebrada de los carnavales de “antes de la guerra” fuera la de La Cochina Política que dice así:
Tenía un hombre una cochina
mantenida con zocatos
y Política le puso
por ser hombre muy barato...
Al verla un veterinario
dijo con la faz llorosa:
Fortificarse labriegos
la cochina está rabiosa.
Aquellas gentes decían,
con muchísimas razones:
¿Será castigo de Dios
por lo de las elecciones?
Premonitoria letra. No sé el tiempo que habrá pasado pero seguimos teniendo la misma prevención a la rabiosa cochina política. Aunque en el Cancionero Popular de Pozoblanco recopilado por Pedro López Martín-Toledano, estas letrillas figuran como anónimas, sabemos que el autor más celebrado era un tarugo, apellidado Ballesteros, al que se conocía cómo: “El Rubiales”-
Hombre con gran sentido del humor, buen poeta y amigo de las bromas graciosas. Y como muestra un botón:
Recién terminada la guerra civil se repusieron los teléfonos en Pozoblanco y aparecieron los supositorios y “El Rubiales” el día de los Inocentes llamó a una botica:
— Oiga, ¿es la farmacia?
—Si.
— ¿Tienen supositorios?
— Si
— ! Pues métetelos en el c…!
A la media hora volvió a sonar el teléfono en la farmacia:
— Buenos días. Soy el jefe de los municipales y llamo porque hay un gracioso por ahí que está llamando a las boticas y preguntando si tienen supositorios que se los metan en el c... ¿A usted no le habrá llamado?
— ¡Si! Me ha llamado.
— ¿Hace mucho?
— Una media hora — contestó el mancebo—.
— Pues sácatelos que ya te habrán hecho efecto.
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